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ayuda otro libro!!!! :-S 500 scenebitos de recompensa

Hola compañeros peseperos... el motivo del off topic xD es para que me ayuden a encontrar un libro o si alguin lo conoce ojala me brinde el titulo y autor :>P bueno la trama es algo así:

Un señor pretende vender un terreno a una persona, pero lo interesante de esto es que vende un terrero que abarque lo que puede caminar en un día una persona llegando a ese mismo sitio y se quedara con todo lo que pueda abarcar caminando, la trama se maneja que el indviduo que decide comprarlo empieza por ver cosas que le gustaría tener (lago, montañas, vista, etc) pero al final del día se da cuenta que no llegara al punto de inicio y se ve decesperado y regresa exausto y muere .....

 

bueno es algo así espero me ayuden los recompensare al 1° que me diga el nombre del cuento (me parece que es un cuento) y el autor.

 

Saludos Hermanos Mios!!!!!



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Imagen de ROCKMANZERO

Cuánta tierra necesita un hombre

copy paste:

Érase una vez un campesino llamado Pahom, que había trabajado dura y
honestamente para su familia, pero que no tenía tierras propias, así que siempre
permanecía en la pobreza. "Ocupados como estamos desde la niñez trabajando la
madre tierra -pensaba a menudo- los campesinos siempre debemos morir como
vivimos, sin nada propio. Las cosas serían diferentes si tuviéramos nuestra
propia tierra."

Ahora bien, cerca de la aldea de Pahom vivía una dama, una pequeña
terrateniente, que poseía una finca de ciento cincuenta hectáreas. Un invierno
se difundió la noticia de que esta dama iba a vender sus tierras. Pahom oyó que
un vecino suyo compraría veinticinco hectáreas y que la dama había consentido en
aceptar la mitad en efectivo y esperar un año por la otra mitad.

"Qué te parece -pensó Pahom- Esa tierra se vende, y yo no obtendré nada."

Así que decidió hablar con su esposa.

-Otras personas están comprando, y nosotros también debemos comprar unas diez
hectáreas. La vida se vuelve imposible sin poseer tierras propias.

Se pusieron a pensar y calcularon cuánto podrían comprar. Tenían ahorrados
cien rublos. Vendieron un potrillo y la mitad de sus abejas; contrataron a uno
de sus hijos como peón y pidieron anticipos sobre la paga. Pidieron prestado el
resto a un cuñado, y así juntaron la mitad del dinero de la compra. Después de
eso, Pahom escogió una parcela de veinte hectáreas, donde había bosques, fue a
ver a la dama e hizo la compra.

Así que ahora Pahom tenía su propia tierra. Pidió semilla prestada, y la
sembró, y obtuvo una buena cosecha. Al cabo de un año había logrado saldar sus
deudas con la dama y su cuñado. Así se convirtió en terrateniente, y talaba sus
propios árboles, y alimentaba su ganado en sus propios pastos. Cuando salía
a arar los campos, o a mirar sus mieses o sus prados, el corazón se le llenaba
de alegría. La hierba que crecía allí y las flores que florecían allí le
parecían diferentes de las de otras partes. Antes, cuando cruzaba esa tierra, le
parecía igual a cualquier otra, pero ahora le parecía muy distinta.

Un día Pahom estaba sentado en su casa cuando un viajero se detuvo ante su
casa. Pahom le preguntó de dónde venía, y el forastero respondió que venía de
allende el Volga, donde había estado trabajando. Una palabra llevó a la otra, y
el hombre comentó que había muchas tierras en venta por allá, y que muchos
estaban viajando para comprarlas. Las tierras eran tan fértiles, aseguró, que el
centeno era alto como un caballo, y tan tupido que cinco cortes de guadaña
formaban una avilla. Comentó que un campesino había trabajado sólo con sus
manos, y ahora tenía seis caballos y dos vacas.

El corazón de Pahom se colmó de anhelo.

"¿Por qué he de sufrir en este agujero -pensó- si se vive tan bien en otras
partes? Venderé mi tierra y mi finca, y con el dinero comenzaré allá de nuevo y
tendré todo nuevo".

Pahom vendió su tierra, su casa y su ganado, con buenas ganancias, y se mudó
con su familia a su nueva propiedad. Todo lo que había dicho el campesino era
cierto, y Pahom estaba en mucha mejor posición que antes. Compró muchas tierras
arables y pasturas, y pudo tener las cabezas de ganado que deseaba.

Al principio, en el ajetreo de la mudanza y la
construcción, Pahom se sentía complacido, pero cuando se habituó
comenzó a pensar que tampoco aquí estaba satisfecho. Quería sembrar más
trigo, pero no tenía tierras suficientes para ello, así que arrendó más
tierras por tres años. Fueron buenas temporadas y hubo buenas cosechas,
así que Pahom ahorró dinero. Podría haber seguido viviendo cómodamente,
pero se cansó de arrendar tierras ajenas todos los años, y de sufrir
privaciones para ahorrar el dinero.

"Si todas estas tierras fueran mías -pensó-, sería independiente y no
sufriría estas incomodidades."

Un día un vendedor de bienes raíces que pasaba le comentó que acababa de
regresar de la lejana tierra de los bashkirs, donde había comprado seiscientas
hectáreas por sólo mil rublos.

-Sólo debes hacerte amigo de los jefes -dijo- Yo regalé como cien rublos en
vestidos y alfombras, además de una caja de té, y di vino a quienes lo bebían, y
obtuve la tierra por una bicoca.

"Vaya -pensó Pahom-, allá puedo tener diez veces más tierras de las que
poseo. Debo probar suerte."

Pahom encomendó a su familia el cuidado de la finca y emprendió el viaje,
llevando consigo a su criado. Pararon en una ciudad y compraron una caja de té,
vino y otros regalos, como el vendedor les había aconsejado. Continuaron viaje
hasta recorrer más de quinientos kilómetros, y el séptimo día llegaron a un
lugar donde los bashkirs habían instalado sus tiendas.

En cuanto vieron a Pahom, salieron de las tiendas y se reunieron en torno
al
visitante. Le dieron té y kurniss, y sacrificaron una oveja y le dieron de
comer. Pahom sacó presentes de su carromato y los distribuyó, y les dijo que
venía en busca de tierras. Los bashkirs parecieron muy satisfechos y le dijeron
que debía hablar con el jefe. Lo mandaron a buscar y le explicaron a qué había ido Pahom.

El jefe escuchó un rato, pidió silencio con un gesto y le dijo a Pahom:

-De acuerdo. Escoge la tierra que te plazca. Tenemos tierras en abundancia.

-¿Y cuál será el precio? -preguntó Pahom.

-Nuestro precio es siempre el mismo: mil rublos por día.

Pahom no comprendió.

-¿Un día? ¿Qué medida es ésa? ¿Cuántas hectáreas son?

-No sabemos calcularlo -dijo el jefe-. La vendemos por día. Todo lo que puedas
recorrer a pie en un día es tuyo, y el precio es mil rublos por día.

Pahom quedó sorprendido.

-Pero en un día se puede recorrer una vasta extensión de tierra -dijo.

El jefe se echó a reír.

-¡Será toda tuya! Pero con una condición. Si no regresas el mismo día al
lugar donde comenzaste, pierdes el dinero.

-¿Pero cómo debo señalar el camino que he seguido?

-Iremos a cualquier lugar que gustes, y nos quedaremos allí. Puedes comenzar
desde ese sitio y emprender tu viaje, llevando una azada contigo. Donde lo
consideres necesario, deja una marca. En cada giro, cava un pozo y apila la
tierra; luego iremos con un arado de pozo en pozo. Puedes hacer el recorrido que
desees, pero antes que se ponga el sol debes regresar al sitio de donde
partiste. Toda la tierra que cubras será tuya.

Pahom estaba alborozado. Decidió comenzar por la mañana. Charlaron, bebieron
más kurniss, comieron más oveja y bebieron más té, y así llegó la noche. Le
dieron a Pahom una cama de edredón, y los bashkirs se dispersaron, prometiendo
reunirse a la mañana siguiente al romper el alba y viajar al punto convenido
antes del amanecer.

Pahom se quedó acostado, pero no pudo dormirse. No dejaba de pensar en su
tierra.

"¡Qué gran extensión marcaré! -pensó-. Puedo andar fácilmente cincuenta
kilómetros por día. Los días ahora son largos, y un recorrido de cincuenta
kilómetros representará gran cantidad de tierra. Venderé las tierras más áridas,
o las dejaré a los campesinos, pero yo escogeré la mejor y la trabajaré.
Compraré dos yuntas de bueyes y contrataré dos peones más. Unas noventa
hectáreas destinaré a la siembra y en el resto criaré ganado."

Por la puerta abierta vio que estaba rompiendo el alba.

-Es hora de despertarlos -se dijo-. Debemos ponernos en marcha.

Se levantó, despertó al criado (que dormía en el carromato), le ordenó uncir
los caballos y fue a despertar a los bashkirs.

-Es hora de ir a la estepa para medir las tierras -dijo.

Los bashkirs se levantaron y se reunieron, y también acudió el jefe. Se
pusieron a beber más kurniss, y ofrecieron a Pahom un poco de té, pero él no
quería esperar.

-Si hemos de ir, vayamos de una vez. Ya es hora.

Los bashkirs se prepararon y todos se pusieron en marcha, algunos a caballo,
otros en carros. Pahom iba en su carromato con el criado, y llevaba una azada.
Cuando llegaron a la estepa, el cielo de la mañana estaba rojo. Subieron una
loma y, apeándose de carros y caballos, se reunieron en un sitio. El jefe se
acercó a Pahom y extendió el brazo hacia la planicie.

-Todo esto, hasta donde llega la mirada, es nuestro. Puedes tomar lo que
gustes.

A Pahom le relucieron los ojos, pues era toda tierra virgen, chata como la
palma de la mano y negra como semilla de amapola, y en las hondonadas crecían
altos pastizales.

El jefe se quitó la gorra de piel de zorro, la apoyó en el suelo y dijo:

-Ésta será la marca. Empieza aquí y regresa aquí. Toda la tierra que rodees
será tuya.

Pahom sacó el dinero y lo puso en la gorra. Luego se quitó el abrigo,
quedándose con su chaquetón sin mangas. Se aflojó el cinturón y lo sujetó con
fuerza bajo el vientre, se puso un costal de pan en el pecho del jubón y, atando
una botella de agua al cinturón, se subió la caña de las botas, empuñó la azada
y se dispuso a partir. Tardó un instante en decidir el rumbo. Todas las
direcciones eran tentadoras.

-No importa -dijo al fin-. Iré hacia el sol naciente.

Se volvió hacia el este, se desperezó y aguardó a que el sol asomara sobre el
horizonte.

"No debo perder tiempo -pensó-, pues es más fácil caminar mientras todavía
está fresco."

Los rayos del sol no acababan de chispear sobre el horizonte cuando Pahom,
azada al hombro, se internó en la estepa.

Pahom caminaba a paso moderado. Tras avanzar mil metros se detuvo, cavó un
pozo y apiló terrones de hierba para hacerlo más visible. Luego continuó, y
ahora que había vencido el entumecimiento apuró el paso. Al cabo de un rato cavó
otro pozo.

Miró hacia atrás. La loma se veía claramente a la luz del sol, con la gente
encima, y las relucientes llantas de las ruedas del carromato. Pahom calculó que
había caminado cinco kilómetros. Estaba más cálido; se quitó el chaquetón, se lo
echó al hombro y continuó la marcha. Ahora hacía más calor; miró el sol; era
hora de pensar en el desayuno.

-He recorrido el primer tramo, pero hay cuatro en un día, y todavía es
demasiado pronto para virar. Pero me quitaré las botas -se dijo.

Se sentó, se quitó las botas, se las metió en el cinturón y reanudó la
marcha. Ahora caminaba con soltura.

"Seguiré otros cinco kilómetros -pensó-, y luego giraré a la izquierda. Este
lugar es tan promisorio que sería una pena perderlo. Cuanto más avanzo, mejor
parece la tierra."

Siguió derecho por un tiempo, y cuando miró en torno, la loma era apenas
visible y las personas parecían hormigas, y apenas se veía un destello bajo el
sol.

"Ah -pensó Pahom-, he avanzado bastante en esta dirección, es hora de girar.
Además estoy sudando, y muy sediento."

Se detuvo, cavó un gran pozo y apiló hierba. Bebió un sorbo de agua y giró a
la izquierda. Continuó la marcha, y la hierba era alta, y hacía mucho calor.

Pahom comenzó a cansarse. Miró el sol y vio que era mediodía.

"Bien -pensó-, debo descansar."

Se sentó, comió pan y bebió agua, pero no se acostó, temiendo quedarse
dormido. Después de estar un rato sentado, siguió andando. Al principio caminaba
sin dificultad, y sentía sueño, pero continuó, pensando: "Una hora de
sufrimiento, una vida para disfrutarlo".

Avanzó un largo trecho en esa dirección, y ya iba a girar de nuevo a la
izquierda cuando vio un fecundo valle. "Sería una pena excluir ese terreno
-pensó-. El lino crecería bien aquí.". Así que rodeó el valle y cavó un pozo del
otro lado antes de girar. Pahom miró hacia la loma. El aire estaba brumoso y
trémulo con el calor, y a través de la bruma apenas se veía a la gente de la
loma.

"¡Ah! -pensó Pahom-. Los lados son demasiado largos. Este debe ser más
corto." Y siguió a lo largo del tercer lado, apurando el paso. Miró el sol.
Estaba a mitad de camino del horizonte, y Pahom aún no había recorrido tres
kilómetros del tercer lado del cuadrado. Aún estaba a quince kilómetros de su
meta.

"No -pensó-, aunque mis tierras queden irregulares, ahora debo volver en
línea recta. Podría alejarme demasiado, y ya tengo gran cantidad de tierra.".

Pahom cavó un pozo de prisa.

Echó a andar hacia la loma, pero con dificultad. Estaba agotado por el calor,
tenía cortes y magulladuras en los pies descalzos, le flaqueaban las piernas.
Ansiaba descansar, pero era imposible si deseaba llegar antes del poniente. El
sol no espera a nadie, y se hundía cada vez más.

"Cielos -pensó-, si no hubiera cometido el error de querer demasiado. ¿Qué
pasará si llego tarde?"

Miró hacia la loma y hacia el sol. Aún estaba lejos de su meta, y el sol se
aproximaba al horizonte.

Pahom siguió caminando, con mucha dificultad, pero cada vez más rápido. Apuró
el paso, pero todavía estaba lejos del lugar. Echó a correr, arrojó la chaqueta,
las botas, la botella y la gorra, y conservó sólo la azada que usaba como
bastón.

"Ay de mí. He deseado mucho, y lo eché todo a perder. Tengo que llegar antes
de que se ponga el sol."

El temor le quitaba el aliento. Pahom siguió corriendo, y la camisa y los
pantalones empapados se le pegaban a la piel, y tenía la boca reseca. Su pecho
jadeaba como un fuelle, su corazón batía como un martillo, sus piernas cedían
como si no le pertenecieran. Pahom estaba abrumado por el terror de morir de
agotamiento.

Aunque temía la muerte, no podía detenerse. "Después que he corrido tanto, me
considerarán un tonto si me detengo ahora", pensó. Y siguió corriendo, y al
acercarse oyó que los bashkirs gritaban y aullaban, y esos gritos le inflamaron
aún más el corazón. Juntó sus últimas fuerzas y siguió corriendo.

El hinchado y brumoso sol casi rozaba el horizonte, rojo como la sangre.
Estaba muy bajo, pero Pahom estaba muy cerca de su meta. Podía ver a la gente de
la loma, agitando los brazos para que se diera prisa. Veía la gorra de piel de
zorro en el suelo, y el dinero, y al jefe sentado en el suelo, riendo a
carcajadas.

"Hay tierras en abundancia -pensó-, ¿pero me dejará Dios vivir en ellas? ¡He
perdido la vida, he perdido la vida! ¡Nunca llegaré a ese lugar!"

Pahom miró el sol, que ya desaparecía, ya era devorado. Con el resto de sus
fuerzas apuró el paso, encorvando el cuerpo de tal modo que sus piernas apenas
podían sostenerlo. Cuando llegó a la loma, de pronto oscureció. Miró el cielo.
¡El sol se había puesto! Pahom dio un alarido.

"Todo mi esfuerzo ha sido en vano", pensó, y ya iba a detenerse, pero oyó que
los bashkirs aún gritaban, y recordó que aunque para él, desde abajo, parecía
que el sol se había puesto, desde la loma aún podían verlo. Aspiró una buena
bocanada de aire y corrió cuesta arriba. Allí aún había luz. Llegó a la cima y
vio la gorra. Delante de ella el jefe se reía a carcajadas. Pahom soltó un
grito. Se le aflojaron las piernas, cayó de bruces y tomó la gorra con las
manos.

-¡Vaya, qué sujeto tan admirable! -exclamó el jefe-. ¡Ha ganado muchas
tierras!

El criado de Pahom se acercó corriendo y trató de levantarlo, pero vio que le
salía sangre de la boca. ¡Pahom estaba muerto!

Los pakshirs chasquearon la lengua para demostrar su piedad.

Su criado empuñó la azada y cavó una tumba para Pahom, y allí lo sepultó. Dos
metros de la cabeza a los pies era todo lo que necesitaba.


Edito: el autor se llama Leon Tolstoi

Fuente: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/tolstoi/cuanta.htm


Get Dirty, the mud is ready.

Imagen de po3ta_zero

500 scenebitos

Siempre cumplo lo que digo ;-)

Gracias hermano has alegrado mi alma con dichosa lectura, he ahi tu recompensa :-)

 

Saludos!!!


Imagen de ROCKMANZERO

Como diria mi perro

¡Guau! gracias men, ami tambien me gusto la historia, yo habia escuchado de ella por mis tiempos de prepa.

Imagen de Rickz80

Buena

historia, con una excelente moraleja.

Salu2!

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