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Proyecto - El misterio de Odot

¡Buenas SceneBeta! Hoy quiero compartir con vosotros algo que tenía en mente desde hace mucho tiempo, el proyecto de escribir un libro. Lo había intentado anteriormente pero con infructuosos resultados y esta vez, con más tiempo y ánimos he reemprendido el abandonado proyecto. Si os apetece echarle un ojo al primer capítulo, espero no aburriros demasiado. ¡Un saludo lectores! ¡No solo de scene vive el hombre!


 

Prólogo: El ansiado reencuentro

Una sombra recorría las prefecturas de la ciudad de Tokio a una velocidad inimaginable. Una sombra que buscaba algo desesperadamente, una sombra que se aferraba a la existencia pese a que hacía muchos años que no pertenecía a este mundo. Una sombra maligna y demoniaca que no cesaría en su intento de conseguir aquello que ansiaba: un cuerpo. Ah, pero no cualquier cuerpo, claro que no. El cuerpo de una joven adolescente de quince años que por supuesto desconocía cuál era su inevitable destino. Pero pronto la pondrían sobre aviso, y eso era algo que la umbría silueta incorpórea sabía a la perfección. Debía apresurarse. Con un lánguido y tenebroso susurro la sombra desapareció en una apartada esquina perdida entre la intrincada red viaria de la metrópoli. Pronto llegaría la hora del reencuentro.

Capítulo 1: Emendor

Un sonoro y penetrante zumbido anunciaba el final de la clase. Ireth se desperezó y sus rasgados ojos verdes se abrieron lentamente. Se dio cuenta de que se estaba comiendo un mechón de su largo pelo rojo. Se lo apartó de la boca y se levantó de un salto, al parecer se había quedado dormida, como de costumbre. Nadie la esperó, pero ella tampoco contaba con ello. Era algo a lo que estaba acostumbrada, siempre había estado sola y se había habituado tanto a su particular aislamiento que incluso agradecía a las otras chicas de clase que ni la dirigieran la palabra. Con una sonrisa de suficiencia se dirigió a la puerta del aula con el objetivo de salir cuanto antes de allí. Pero en su ingenuidad pensó que se libraría del típico sermón de su profesor Sang hasta que se lo encontró en frente impidiéndole la huida.

–Ah Ireth, quería hablar seriamente contigo sobre tu comportamiento en la escuela. –el viejo profesor se apoyó sobre la pared adquiriendo un talante repentinamente serio.

–No me rayes –Respondió secamente y visiblemente irritada.

No era la primera ni sería la última vez que el profesor de arte se preocupaba por su situación. Y es que Ireth no era una chica común. Desde su más tierna infancia (si es que en verdad la tuvo, como ella pensaba a menudo no sin cierta resignación) había aprendido a apañárselas sola. Nunca tuvo padres ni familiares, solo sabía que a la edad de siete años alguien la abandonó en un pequeño apartamento de un bloque de pisos céntrico en la ciudad de Tokio. Era una niña testaruda y cabezota, con una gran capacidad de autosuficiencia. Tanto es así que a la temprana edad de doce años consiguió que las autoridades la concedieran la emancipación y abandonó el orfanato al que la habían llevado cuando se enteraron de que no tenía tutores legales y comenzó a vivir en el mismo apartamento en el que la habían encontrado. Por suerte tenía suficiente dinero como para vivir desahogadamente durante varios años. Al menos los que vivían antes con ella tuvieron la decencia de dejarla dinero. Cantidades ingentes de dinero. Era lo único que Ireth les agradecía, por lo demás les odiaba por no haberla concedido una infancia plena. Lamentablemente no recordaba nada de ellos (o afortunadamente, se decía a veces). No se acordaba de absolutamente nada antes de los siete años de edad. En eso estaba pensando cuando la grave voz de Sang la despertó de aquella momentánea ensoñación.

–… y por eso es importante que atiendas en clase Ireth, ¿me escuchas hija?

–Eh… sí profesor, déjeme de una vez en paz por favor –contestó hastiada– ¿es que no le basta con que obtenga unos rendimientos académicos altos?

–No es eso Ireth… Ambos sabemos que eres una de las mejores alumnas no solo de clase, sino de la escuela –dijo Sang no sin cierto orgullo– pero la atención en clase es indispensable a la hora del aprendizaje…

Ireth desconectó y se limitó a asentir a todo lo que el profesor la decía. Sabía que era la única forma de librarse de él rápidamente. Es cierto que la consideraban la mayor parte de profesores una de las mejores alumnas que han tenido. Sacaba sobresalientes prácticamente sin estudiar. Para hacer honor a la verdad Ireth se consideraba muy inteligente,  y eso a menudo la acarreaba problemas con el resto de las chicas de clase, que la acusaban de egocéntrica y se alejaban de ella. Ireth pensaba que la tenían envidia pero lo que ellas no sabían es que era Ireth la que las envidiaba. Envidiaba que ellas tuvieran padres, familiares y amigas que las querían. Envidiaba que ellas hubieran tenido una infancia e Ireth hubiera sido privada de ella.

Cuando por fin la charla del preocupado profesor había llegado a su fin, Ireth susurró un <<ya era hora>> saliendo de la escuela y dirigiéndose con paso airado hacia su pequeño apartamento a dos calles de allí. Cuando llegó, inmediatamente se dirigió a la pequeña habitación donde pasaba la mayor parte de su tiempo y encendió el ordenador. Tenía que hablar con una persona para concretar una cita. Esa persona aseguraba saber algo al respecto de su familia.

En el fondo y pese al latente odio que emanaba en Ireth la simple mención mental de aquellas personas que la habían abandonado a su suerte, sentía una enfermiza y virulenta curiosidad por desentrañar el misterio de su origen. No parecía que hubiera nacido en Japón, donde ella vivía actualmente, dado que la tonalidad natural rojiza de su cabello y los rasgos faciales no eran los propios de una mujer nipona, pese a que Ireth tenía los ojos un poco rasgados. Además su nombre era un tanto inusual y era lo único que Ireth sabía de sus orígenes debido a que ese nombre lo llevaba tatuado en la muñeca cuando la encontraron, y todavía perduraba.

Desde que tenía uso de razón siempre había deseado viajar y alejarse de aquella gran ciudad en la que parecía tan fuera de lugar. Por ello se había aplicado en el estudio de otros idiomas con la esperanza de que algún día le fueran útiles. Deseaba viajar en busca de sus orígenes y emprender una alocada aventura.

Una vez acordada la hora y el lugar en el que se encontrarían Ireth y aquella persona que decía saber algo acerca de su familia, oprimió el botón de apagado de su computadora y se preparó para salir a la calle, dado que estaba demasiado nerviosa para quedarse en casa.

Decidió pasearse por el Sony Center, un lugar emblemático de la ciudad japonesa sinónimo de tecnología, innovación y avance. Le encantaba la tecnología, de hecho junto con la lectura y el anime, era una de sus mayores aficiones. Se consideraba una chica extraña pero a menudo se preguntaba si era lo suficientemente sabia para discernir entre lo que era raro y lo que no lo era.

Intentaba distraerse aunque no demasiado, mirando cada poco la hora por si no acudía a tiempo a su ansiada cita.

Ireth no tenía las mismas inquietudes que las chicas de su edad, dado que la escuela no la suponía el más mínimo reto e incluso había hablado con el director para ver si la concedía la abstención de la asistencia a clase salvo para los exámenes reglamentarios. Naturalmente el director se había negado pero Ireth le retaba tal vez de una manera infantil aprovechando la clase para las horas de sueño, mientras que la mayor parte de noches se las pasaba en vela, leyendo o dedicando el tiempo a otras de sus aficiones como los videojuegos, la meditación o el kung fu. La soledad con la que la habían castigado tal vez inconscientemente aquellos que la abandonaron no fue para ella más que un regalo. La encantaba estar sola, sin preocuparse por nadie salvo por ella misma. A veces creía que al pensar así estaba siendo un poco egoísta pero no la importaba. Así era Eireth Ming (apellido puesto por las autoridades al carecer de uno).

Después de un largo paseo por las calles centrales de Tokio que le pareció eterno, Ireth consideró que era hora de partir hacia el punto de encuentro. A medida que se iba acercando al pequeño edificio financiero en el que habían quedado, su nerviosismo aumentaba exponencialmente. Trató de relajarse pero le resultaba imposible. De todas formas su inquietud duró poco, porque antes de que llegara al edificio, un hombre alto y de blanco cabello pero apariencia jovial se situó a su lado y la dijo conteniendo la emoción:

–Por fin te conozco Ireth Lúinwë.

Ireth no supo que contestar. Se quedó observando no sin cierta admiración el aspecto de aquel sujeto, que sin duda era con quien se había citado. No se parecía a ninguna otra persona que Ireth hubiera visto. Tenía el pelo totalmente blanco, pero aquello no era tan raro, en Tokio muchos jóvenes solían teñirse el pelo y disfrazarse para imitar a sus ídolos. Pero no cabía duda de que el cabello de aquel hombre era natural y no se atribuía a la vejez, dado que rondaría los treinta años. Sin embargo no era eso lo que más llamaba la atención a Ireth. Sus vestimentas distaban mucho de asemejarse a cualquier disfraz o ropaje que hubiera visto anteriormente. Se trataba de un material brillante pero al mismo tiempo suave. Además parecía que una especie de halo o velo lo rodeara.

Ireth apartó esos estúpidos pensamientos de su mente al tiempo que le decía con cierto respeto:

– ¿Cómo me has llamado?

–Ireth Lúinwë. –Respondió resueltamente el hombre– Perdona, ¿dónde están mis modales? Mi nombre es Emendor. Emendor… Lúinwë.

Ireth lo miró con cara de circunstancias empezando a dudar de la credibilidad de lo que aquel hombre que aseguraba llamarse Emendor le decía. Él se limitó a sonreír. La indicó con un gesto que la siguiera, y eso hizo.

Avanzaron rápidamente por las calles de Tokio. Al parecer el hombre sabía perfectamente a dónde dirigir a Ireth. Las personas que había a su alrededor lo miraban disimuladamente con desconfianza. Incluso en Tokio, una ciudad tan dinámica en la que la gente no se suele fijar en el aspecto de los demás, Emendor era llamativo.

Detuvieron la marcha tras quince minutos en lo que parecía un pequeño local donde servían bebidas. Emendor se dirigió a la barra, pidió dos sakes y se sentó en una mesa cercana. Ireth lo imitó. Salvo la presencia de ellos dos y el camarero, el local estaba desierto. Tal vez por eso lo escogió. Discreción. Ireth sonrió, le empezaba a caer bien.

–Cómo has crecido, Ireth. –Emendor se acomodó en la maltrecha silla –creo que ha llegado la hora de que te revele quién eres Ireth Lúinwë…

–Me llamo Ireth Ming, no Lúinwë –aunque sabía que su verdadero apellido no fuera Ming, estaba empezando a temer lo que aquel hombre le iba a confesar.

–Tú no perteneces a esta ciudad Ireth Lúinwë, ni siquiera a este mundo. –dijo seriamente Emendor.  –corres un gran peligro viviendo aquí, y más ahora que la sombra ha ido en tu busca…

Ireth se levantó. Ya había oído suficiente como para determinar que aquel hombre estaba chiflado. Debería haberse dado cuenta antes, nada más contemplar su aspecto cualquiera diría que Emendor no está en sus cabales.

–Esto… claro, claro, la sombra… He de irme Emendor, ha sido un placer conocerte.

–No puedes huir de mi Ireth Lúinwë.

A Ireth se le heló la sangre. Las últimas palabras que pronunció Emendor habían sonado con una voz artificial, una voz que no era humana.

Ireth se dio la vuelta y comenzó a correr. Estaba empezando a pensar que aquel tipo era peligroso y por eso la había llevado a aquel lugar tan apartado. Tenía miedo, y no detuvo su desesperada huida hasta que consideró que era imposible que Emendor la pudiera encontrar. Suspiró apoyándose sobre la fachada de un edificio y poco a poco su respiración se estabilizó. Pero todavía sentía cierto nerviosismo.

Con el temor de alguien que se espera lo peor, levantó la vista del suelo y contempló con ojos desorbitados lo que tenía delante. Era Emendor, que la contemplaba con una sonrisa burlona y aparentemente relajado, pero Ireth notó que la tonalidad de sus ojos había cambiado. Antes eran negros, y ahora se habían tornado de una tonalidad rojiza. Sin embargo eso fue lo último que vio Ireth antes de desmayarse.

 

 


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Comentarios

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Vaya

Vaya, Vaya...¡Espectacular!

Soy aficionado a los libros de drama y misterio...La verdad está de locos...!!

Mira este libro (te doy la búsqueda porque no puedo dar links, pero ahí está taringa de primeras) es muy parecido al que estás haciendo tal vez te sirva para seguir... Es el extraño caso de Dr Jekyll y Mr Hyde

¡Saludos y ¡¡sigue así!!


¿Te interesa las apuestas? ¿Quieres ganar (o perder muhahaha) unos cuantos bitos? Haz click aquí y actualízate de las apuestas actuales.

Imagen de -Lawliet-

¡Muchas

gracias! Ahora veo el libro que me indicas, un saludo ;)

Imagen de ShadowFoX7

Muy bueno

te felicito, la verdad es que engancha bastante, he comenzado a leerlo y no he parado hasta acabar de leer todo (sinceramente, no soy aficionado a leer XD)

Saludos y sigue asi ;)


Imagen de -Lawliet-

¿Ah sí?

Pues eso es lo principal, que enganche jaja, aunque todavía me falta muchísimo la verdad. Escribí este capítulo una vez pero tengo la impresion de que voy a volver a reescribirlo.. mil veces xD

Gracias por el apoyo, saludos!


Imagen de User170294

Valla! Se nota que tienes

Valla! Se nota que tienes talento. No me lo he leido todo porque es tarde y tngo sueño, pero mañana lo leo y t comnto ^^

Sigue escribiendo :)


Imagen de -Lawliet-

Gracias!

Por el comentario de ánimo, seguiré escribiendo.
Saludos.

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